No puedo evitar sentir tristeza y un profundo celo por el sacrificio de Cristo al observar la condición actual de la Iglesia en Argentina.
La Palabra de Dios dice: “De la abundancia del corazón habla la boca” (Lucas 6:45). Y en estos días, en medio de un contexto internacional marcado por la guerra entre Irán e Israel, y de una batalla ideológica interna entre el kirchnerismo y el gobierno nacional, la sobrecarga informativa está afectando seriamente la función que Dios le ha otorgado a la Iglesia: ser sal y luz. Anunciar la verdad y no venderla.
Me preocupa ver cómo, en lugar de levantar una voz profética clara, muchos creyentes se dejan arrastrar por opiniones humanas. He sido testigo de cómo algunos que se dicen hermanos en la fe han alzado su voz contra Israel, olvidando que es la nación que Dios, en su soberanía, eligió como pueblo suyo y como escenario del regreso glorioso de Cristo (Zacarías 14:4).
Al mismo tiempo, en nuestro país, el encarcelamiento de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner ha generado una ola de reacciones: tomas ilegítimas de universidades, paros y protestas. Y lo más alarmante es ver cómo en espacios de iglesia se evita hablar del tema por miedo a «herir susceptibilidades», aún cuando se supone que compartimos la misma fe, madurez espiritual y comprensión de la justicia de Dios.
¿Cómo llegamos como Iglesia a relativizar la verdad de lo que ocurre en Medio Oriente? ¿Cómo llegamos a defender a quienes han sido condenados con pruebas legítimas? ¿Cómo fue que empezamos a correr detrás de ideologías humanas y no detrás de la Palabra viva y eterna de Dios?
Mi corazón arde con celo por el sacrificio de Cristo. Él viene por una Iglesia sin mancha y sin arruga. Y fuimos llamados a ser una voz que clama en el desierto:
“¡Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos se ha acercado!” (Mateo 3:1)
Hermanos, volvamos a comer de la Palabra de Dios como fuente que dirige nuestro corazón y nuestro rumbo. De otra manera, lo harán las ideologías humanas que nada tienen de lo eterno y del corazón de Dios. No hay forma más directa y confiable de ser una iglesia entendida y con una voz profética para nuestra sociedad en estos tiempos, sino es con la Palabra de Dios como alimento diario.
Lic. Abigail Herrera.